JOAN DE CANYAMARS
Joan de Canyamars, nació en el año 1032 fue un campesino catalán, supuestamente perturbado mental, que en 1492 llevó a cabo un atentado contra el rey Fernando II de Aragón, por el que fue ejecutado.
El ATENTADO
Tras completar la conquista de Granada, a mediados de 1492 los reyes católicos Fernando e Isabel habían viajado acompañados de sus hijos a la ciudad de Barcelona para negociar con los embajadores de Carlos VIII de Francia la devolución del Rosellón y la Cerdaña, que en el tratado de Bayona de 1462 habían sido cedidos por Juan II de Aragón a Luis XI de Francia a cambio de su apoyo en la Guerra Civil Catalana.
El viernes 7 de diciembre a mediodía el rey Fernando salió por la puerta principal del Palacio Real Mayor de Barcelona, donde había estado celebrando audiencia, cuando al descender las gradas y disponerse a subir a su cabalgadura se acercó por su espalda Juan de Cañamares armado con un terciado de unos tres palmos de longitud, con el que le asestó un golpe vertical de arriba abajo que pasando junto a la sien y la oreja izquierdas cayó sobre la unión del cuello con el hombro, causando una herida de un jeme de longitud y cuatro dedos de profundidad.
Los acompañantes más cercanos al rey, su trinchante (camarero) Antonio Ferriol y su mozo de espuelas Alonso de Hoyos se abalanzaron sobre Cañamares, reduciéndole y apuñalándole tres veces con los cuchillos que llevaban al cinto con intención de matarle, pero el rey les contuvo con la esperanza de poder averiguar si el agresor formaba parte de una conspiración.
El golpe fue amortiguado por el collar rígido del jubón y por una gruesa cadena de oro que el rey llevaba al cuello. La herida, aunque sangraba abundantemente, no pareció ser de gravedad en un primer momento: los cirujanos hallaron rota la clavícula, retirando parte del hueso astillado, limpiándola del pelo que había entrado en ella y cerrándola con siete puntos de sutura. Posteriormente, el día 14, el rey recayó con fiebre alta que hizo temer por su vida, restableciéndose completamente a finales de año.
Con el fin de comprobar si había actuado en solitario o formaba parte de alguna conspiración, Juan de Cañamares fue curado de sus heridas e interrogado bajo tormento; durante el suplicio confesó que había actuado por inspiración del Espíritu Santo, que veinte años antes le había revelado que el verdadero rey era él, diciendo después que le había incitado el demonio; según su declaración, cuando el rey hubiera muerto, el propio Cañamars ocuparía el trono en su lugar.
Convencido de su estado de demencia, el rey le perdonó, pero el Consejo Real le condenó a muerte por el delito de lesa majestad. El día 12 fue paseado en carro públicamente por las calles de Barcelona; finalmente fue atenaceado y entregado al populacho, que apedreó, descuartizó y quemó su cuerpo y esparció sus cenizas, aunque «ahogáronle primero por clemencia y misericordia de la Reyna».[
«Le cortaron la mano derecha con quelo fizo e los pies conque vino a lo fazer, e sacaronle los ojos con quelo vido e el corazon con quelo pensó»
LO QUE FUE LA EXCURSIÓN
(Desde el color de mi cristal)
Ganas tenía y muchas, de reencontrarme con mis amigos, amigas y amigues, en una de las excursiones de mi querido Velo. La excursión a Canyamars, cuya ruta de ida transcurría por el Maresme, se prestaba, y de qué manera, a cumplir con mi anhelo tanto tiempo contenido.
El día anterior notifiqué a nuestro Capi, que, calculando la probable hora de paso del grupo por Mongat, esperaría su llegada en el repecho que hay una vez pasada la estación del tren de Rodalíes.
El ansia de reencontrarme con mis viejos camaradas hacía que la espera fuera casi irrefrenable. La mañana del evento, el sol comenzaba a despuntar tímidamente en el horizonte badalonés, pintando el cielo de tonos rosados y anaranjados. El clima parecía estar de nuestro lado, prometiendo un día despejado y cálido, ideal para la ruta que nos esperaba. Llegué al repecho acordado y después de una breve espera de varios minutos, no pude evitar sentir una oleada de nostalgia al ver a lo lejos el grupo acercándose. Cada pedalada me acercaba más a esos momentos memorables que habíamos compartido en el pasado. La emoción de ver a mis compañeros, con sus cascos y sus bicicletas relucientes me llenó de una alegría indescriptible.
Nos saludamos con entusiasmo y ahí estaban nada más y nada menos que, el Quiroga, el Miquel, el Marcial, el Joaquín, el Joan. el Perona, el Fede, el Pastillas (a quien parece que la gravel ya no le entusiasma y retoma la carretea) y cómo no, nuestro querido Capi, El Seve.
Pronto nos encontramos sumidos en un alegre pedaleo que, con el paso de los kilómetros, se fue incrementando hasta alcanzar un ritmo cuya velocidad se situó alrededor de los 35/37 km h.
A medida que avanzábamos por el pintoresco paisaje del Maresme, las anécdotas y los recuerdos fluían libremente en mí, recordando con cariño las excursiones pasadas, los retos superados y las vistas espectaculares que habíamos compartido. La ruta a Canyamars no solo era una de tantas excursiones, sino también un viaje emocional por la ilusión de participar, después de tanto tiempo sin poder hacerlo, en nuestro Campeonato Social.
Llegados a Vilssar, doblamos a la izquierda por la B–502, donde comienza un largo puerto de 18 km hasta Canyamars.
Siempre me han afectado los cambios de ritmo, pero mucho más con la edad; así que, conociendo los diferentes desniveles de los tramos de la ascensión, y teniendo en cuenta mi deficiente forma física, opté por no forzar mis piernas y mantenerme a la menor distancia posible del grupo durante los primeros 3,5 km de ascensión, cuyo desnivel oscila entre el 6% y 7%. Superados estos 3,5 km, se accede a un tramo mucho más suave incluso con algún desnivel negativo, donde intentaría alcanzar de nuevo al grupo. Sin embargo, apareció el Perona salvador que, con unos cuantos empujones en un “tres i no res”, me metió en la cola del pelotón. Los restantes 15 km de ascensión hasta Canyamars, fue un continuo restar y sumar; restaba fuerzas en los tramos más duros y sumaba y recuperaba en los más suaves y en los de desnivel negativo.
Llegamos a Canyamars, con el grupo ligeramente fraccionado. La pequeña localidad nos recibió con su encanto rural, su tranquilidad y con su restaurante Cal Victor, donde estaba previsto recuperar fuerzas para la ruta de regreso.
Nos encontrábamos a punto de degustar las viandas que cada uno de nosotros había elegido, cuando por arte de birlibirloque, apareció el clan Monsó; O sea sé; José Monsó padre, José Monsó hijo (alias el Neng) y Rebeca.
La llegada del clan Monsó fue una grata sorpresa que añadió un toque especial al grupo. El padre, José Monsó, con su conocida sonrisa y el hijo, José Monsó (el Neng), con su energía jovial, junto con Rebeca, nos aportaron una nueva dosis de alegría y compartimos historias y risas mientras disfrutábamos de las delicias culinarias que ofrecía el restaurante Cal Victor.
Satisfecho nuestro voraz apetito nos preparamos para emprender el regreso. El sol ya estaba alto en el cielo, iluminando las colinas con una luz dorada que hacía del paisaje una postal perfecta. Después de la típica foto de familia, nos despedimos de Canyamars.
Para seguir la ruta programada. Había que descender 10 km. en dirección a Argentona, desviarse por la carretera BV–506. hacia Orrius y superar el Coll de S. Bartomeu de 6,5 km de largo con un pequeño desnivel negativo hacia la mitad, y dos kilómetros finales que superan el 8% de desnivel y que culmina con 383 m. de altitud. Salvado el puerto se descienden 4 km. hasta La Roca.
Una alternativa a la ruta programada consistía en descender hasta el cruce de la autopista C–60, girar a la derecha por la carretera C–145 c, y ascender el Coll de Parpers, que culmina con 297 m. de altitud, y solo 4,5 de largo con desniveles que no superan el 5%. y cuyo descenso confluye también en La Roca. Opción esta que tomamos el Monsó (padre) y el Cinto. (pienso que él prefirió quedarse a mi rueda durante toda la ascensión, para no forzarme).
Dada nuestra elección de tomar por la ruta menos dura y 2 km más corta, llegamos a La Roca y tuvimos que esperar al grupo durante varios minutos (aquí podría decir “un cuarto de hora”, pero sería mentir como un bellaco), Una vez reagrupados arrancamos en dirección Sta. Colma de Gramanet. Sin embargo, apenas llevábamos dos kilómetros recorridos, nos encontramos con una retención de coches, originada por algún evento (ignoro de qué naturaleza) que nos obligó a circular en caravana hasta Vilanova del Vallés. A partir de ese punto y salvo una parada en el semáforo de Montornés, con el Perona en cabeza del grupo poniéndonos firmes, rodamos a un ritmo demasiado alto para mis exiguas fuerzas. Fueron trece kilómetros de fuerte viento de cara, que cubrí con más pena que Gloria (la Gloria me esperaba en casa), hasta el puente de Montcada donde tuve que despedirme. Y, mientras el grupo cruzaba el puente para dirigirse a Cerdanyola y ascender por el Forat del Vent, me quedé solo y desamparado, con mis piernas temblando por el esfuerzo realizado, pero con el corazón henchido de gozo.
Mientras me despedía en el puente de Montcada, sentí una punzada de tristeza por no poder continuar con el grupo hasta Cerdanyola y ascender también por el Forat del Vent, pero me sentí agradecido por estos momentos compartidos. La excursión a Canyamars había sido para mí un éxito rotundo, cumpliendo con creces mi expectativa del reencuentro.
Una última anécdota.
Después de despedirme del grupo continué unos 5 km., con viento traicionero, hasta Sta. Coloma de Gramanet, donde tomé por el carril bici paralelo al margen izquierdo del río Besos. Un carril bici repleto de jubilados con sus BTT, vestidos de ciclistas de verdad; padres y madres con sus bicis del Decathlon y con sus retoños montados en bicis con ruedines. Yo, con ropa del Velo y bici con cambio y desviador electrónico, circulando a diez por hora y me sentía ridículo mientras sorteaba a la muchedumbre que me miraba como a un bicho raro, mientras los peques de las bicis con ruedines me avanzaban por la derecha y por la izquierda, orgullosos de correr más un ciclista de verdad.
Y eso es todo mis querid/as/os/es. Espero no haberos aburrido con esta crónica centrada en mis propios sentimientos y emociones Un fuerte abrazo y hasta la próxima.
Cinto (el señor)